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Ya se presenta como el oro blanco del siglo XXI y es el único mineral que en los últimos años ha multiplicado varias veces su valor: hoy en día cuesta un 450% más que en 2020. Estamos hablando del litio, que es muy codiciado. Sin él, no sería posible la transición energética tan deseada para frenar el aumento global de las temperaturas. No habría automóviles eléctricos ni smartphones tal como los conocemos. Al igual que ocurre con los yacimientos de petróleo, concentrados principalmente en el Oriente Medio y Siberia, la mayor parte de los depósitos naturales de litio se encuentran en zonas limitadas del planeta: la principal es el llamado Triángulo de Litio, entre Chile, Bolivia y Argentina. Los tres países sudamericanos han descubierto una riqueza inesperada en los desiertos de alta montaña donde se encuentran las salinas, ambientes que se han revelado ricos en este mineral: juntos, los tres estados poseen alrededor del 59% de las reservas terrestres conocidas. Entre los productores, actualmente Chile compite por el primer lugar mundial con Australia, China se sitúa en el tercer lugar y Argentina en el cuarto, muy por detrás. Bolivia, que según algunas clasificaciones sería el primer país del mundo en reservas, prácticamente no produce nada, y Argentina extrae litio muy por debajo de sus posibilidades.

En Sudamérica, por lo tanto, Chile es el único país que aprovecha al máximo este mineral, pero lo hace solo a través de dos empresas privadas, la estadounidense Albemarle y la SQM propiedad del multimillonario chileno Julio Ponce Lerou, yerno del general Augusto Pinochet. Estas empresas en 2022 aportaron al Estado chileno 5.8 mil millones de dólares en derechos y tasas, equivalente al 1.7% del PIB del país: el doble de lo que dejó en las arcas públicas el cobre, metal del que Chile es el primer productor mundial. En resumen, el litio es realmente el oro blanco.

En este contexto se enmarca una reciente propuesta presentada por el presidente chileno Gabriel Boric que ha sido genéricamente etiquetada como “nacionalización del litio”. En realidad, la propuesta se inspira en la nacionalización del cobre decidida por Salvador Allende en 1971, pero no prevé expropiar a quienes ya han obtenido concesiones. Más bien, Boric apunta a crear una empresa mixta, de carácter público-privado, para iniciar la explotación de nuevos yacimientos de litio, pero con dos condiciones. La primera es declarar reserva de biodiversidad el 30% del desierto de Atacama, de donde proviene casi todo el litio chileno; la segunda es cambiar el método de extracción. De hecho, el método actualmente utilizado en Sudamérica, llamado “salmuera”, implica un gran desperdicio de agua, que se deja evaporar en zonas donde las reservas de agua son un bien escaso. Según los planes del gobierno, el agua utilizada debería ser reinyectada en la capa freática

El Estado chileno no es obviamente el único interesado en ampliar el mercado del litio: en el triángulo sudamericano hay empresas chinas, estadounidenses y también rusas muy activas. En Argentina, el grupo Tsingshan acaba de invertir 800 millones de dólares en la provincia de Salta; en la misma área, Tibet Summit Resources ha anunciado la compra de dos yacimientos por valor de 2 mil millones de dólares. En Bolivia son los chinos y los rusos los que proponen asociaciones al gobierno de La Paz, que hace unos años nacionalizó el litio pero aún no puede extraer casi nada. Por ahora, el proyecto más interesante es el presentado por Chile. Y América Latina en su conjunto, a pesar de mil contradicciones, está logrando presentarse como un socio y, sobre todo, crear un marco legal que proteja los intereses nacionales, una operación que hasta ahora no ha tenido éxito en África.

Para los países del triángulo del litio, las oportunidades que se presentan son sin duda enormes, aunque aún difíciles de cuantificar. Áreas remotas de los Andes, que nunca han interesado a nadie, de repente se encuentran en el centro de la guerra comercial por el control de las materias primas clave de la globalización: que, aunque se percibe como virtual, todavía se basa en la tierra y las minas.